- Aló, ¿El comandante Mendoza?
- Si, soy yo.
- Buenos días, soy Luz, hija del señor Galván.
- Hola Luz, que gusto escucharte, pensé que no volvería a saber de ti.
- Quería preguntarle si le había comentado algo de nuestra charla del día de ayer a mi papá.
- No, ¿Por qué tendría que hacerlo? ¿Te dijo algo?
- No, nada. Es que no me gustaría que lo sepa, No le gustaría nada y se molestaría.
- Bueno, no te preocupes, no pienso comentarle nada.
- Ay muchas gracias.
- Y ¿Qué tal? ¿Cómo has estado?
- Muy bien ¿y usted? ¿Cómo lo ha tratado Perú?
- Pues muy bien, su comida es deliciosa. Sólo me faltaría conocer los lugares turísticos ¿No te gustaría ser mi guía?
- Me encantaría.
- Perfecto, ¿Qué día podrías?
- Mmm voy a ver mis horarios y te aviso ¿te parece?
- Perfecto, ¿Qué día podrías?
- Mmm voy a ver mis horarios y te aviso ¿te parece?
- Ok, así quedamos entonces.
Estuvimos saliendo por varios días y nos la pasábamos de maravillas. Hasta que me preguntó lo siguiente "¿Te parece si voy a hablar con tu padre?". Esa frase me cayó como un balde de agua fría. No lo tenía en mente y ahora que los tiempos han cambiado, con mayor razón.
No sabía como mi padre lo tomaría o qué pensaría. Pero gracias a Dios las cosas salieron bien. El comandante se presentó en mi casa y le pidió permiso a mi papá para que me frecuentara. Preparamos una gran cena y les cayó muy bien a todos.
Pasó un mes y preparamos otra cena. Esta vez el comandante fue a pedir mi mano. Si, así como lo leen. Sabíamos que era una decisión muy apresurada pero estábamos muy seguros de lo que sentíamos y ni el tiempo ni la edad no eran impedimentos para nosotros. Todos los que nos veían podían dar fe de ello, incluyendo a mi familia.
Ahora estamos casados y tenemos tres lindos niños... Y así fue como el comandante y yo vivimos felices por siempre.
No sabía como mi padre lo tomaría o qué pensaría. Pero gracias a Dios las cosas salieron bien. El comandante se presentó en mi casa y le pidió permiso a mi papá para que me frecuentara. Preparamos una gran cena y les cayó muy bien a todos.
Pasó un mes y preparamos otra cena. Esta vez el comandante fue a pedir mi mano. Si, así como lo leen. Sabíamos que era una decisión muy apresurada pero estábamos muy seguros de lo que sentíamos y ni el tiempo ni la edad no eran impedimentos para nosotros. Todos los que nos veían podían dar fe de ello, incluyendo a mi familia.
Ahora estamos casados y tenemos tres lindos niños... Y así fue como el comandante y yo vivimos felices por siempre.