viernes, 10 de mayo de 2013

Una historia que no me pertenece

Era la la fiesta de reencuentro y toda la promoción se encontraba ahí. La estábamos pasando bien, cuando noté que la enamorada de Anton, mi ex, se había ido. Entonces aproveché en acercarme y saludarlo. Estuvimos toda la noche conversando, riendo, pasándola de maravillas hasta que algo nos interrumpió.

La música paró de pronto, volteamos para ver qué había pasado y vimos que en la puerta estaba Jenny, la enamorada de Anton. Nos sorprendió mucho porque se supone que ya se había ido. Fue entonces que un chico subió al escenario y le pidió a Jenny que observara lo que su enamorado hacía cuando ella no estaba.

En el proyector empezaron a pasarse imágenes en las que él y yo salíamos riendo, mirándonos a los ojos, una donde yo aparecía acariciándolo y otra dándole un beso en la mejilla. Un silencio incómodo se apoderó de la sala y yo quedé paralizada, era como si me hubiesen sacado una venda, no recordaba esos momentos, podría decir que era mentira pero era yo la que salía en las fotos. No me reconocía, no podía creer que haya estado actuando de esa manera. Yo me acerqué a conversar solamente, sin malicia alguna, pensé que sería una buena oportunidad para charlar ya que hace años que no nos veíamos.

Lo único que hice fue salir corriendo, me moría de vergüenza  y me senté en las bancas de la plaza. No sabía que hacer, ni qué pensar, sólo tenía la mirada en el suelo tratando de asimilar lo que estaba ocurriendo. Cuando de pronto sentí que alguien se acercó a mi y se sentó a mi lado, no levanté la vista para saber quién era porque era lo que menos me importaba en esos momentos, pero sabía que era él. No dijo nada, sabía que yo no quería hablar.



Todos salieron, podía escucharlos murmurar, le decían a Jenny que mire como Anton había salido detrás de mi en lugar de ir donde ella para darle una explicación, incluso pude escucharla llorar. Fue en ese instante donde Anton puso su mano en mi hombro y me dijo que hablaría, se puso de pie y se dirigió hacia donde se encontraba ella. "Se que soy un tonto, el más idiota por lo que te estoy haciendo pasar, pero te tengo que decir algo" Ni bien escuché las cinco últimas palabras me asusté pensando en lo que podría decir, así que me puse de pié para impedir que dijera alguna tontería.

Al voltear vi que los padres de Jenny estaban llegando y a Anton pidiéndoles que por favor se acercaran y a la pequeña Liliana, la hermana menor de Jenny, que trajera su amor y se dirigió a Jenny: "No se si me querrás volver a ver después de esto pero tengo que decirte lo que siento y deseo", se arrodilló y abrió la cajita que le alcanzó Liliana. "Lo he estado pensando desde hace mucho tiempo y créeme que si no estuviera tan seguro no estaría haciendo esto ahora. Lo que siento por ti es algo muy fuerte Jenny, te amo y quiero pasar el resto de mi vida contigo, quiero que lleguemos a viejos juntos, quiero que seas la madre de mis hijos, quien los críe y eduque con los mismos valores que posees, que sean iguales a ti, quiero amanecer todos los días y seas tú lo primero que vea al despertar, quiero mimarte, consentirte, amarte por el resto de mi vida, quiero que seas mi esposa. Por eso la pregunta que te quiero hacer es: Jenny Alva ¿Quieres casarte conmigo y hacer una vida juntos?" Al escuchar estas palabras todos quedaron conmovidos, Jenny le quedó viendo y se echó a llorar, él la abrazó fuerte y le besó los cabellos hablándole al oído. No pude evitar que cayeran lágrimas de mis ojos y a todos les pasó lo mismo, todos empezaron a lagrimear al ver semejante escena. 

Pasaron unos minutos hasta que Jenny se tranquilizara, alzó la mirada, se quedaron viendo fijamente y empezó a mover la cabeza dando un sí como respuesta. Todos empezaron a aplaudir, incluso la gente que pasaba y habían pasado a ser espectadores.

En esos momentos me dí cuenta que Jenny era una gran mujer, no como yo la imaginaba, al ver su reaccionar vi que sería la mujer que hará feliz a Anton y él la felicidad de ella. Pedí disculpas desde donde me encontraba, no podía acercarme como todo mundo a felicitarlos porque era obvio que sería demasiado descaro, así que sólo me quedó marcharme. Prometí desaparecer de sus vidas y que esta sería la última ves que los vería a todos y quería irme con la alegría de saber que estarían bien y serían felices, así que decidí dar la vuelta y mirar por última vez esa escena de felicidad para que se quedara grabada en mis recuerdos. 

Al girar y levantar la vista vi que en el edificio de al lado había un cartel grande. Anton me conocía bastante bien, sabía lo que haría, lo que pensaría y la decisión que tomaría, también sabía lo sola que me sentiría en esos momentos y que el no podría estar a mi lado para consolarme, así que se le ocurrió dejarme un mensaje donde yo podría verlo. El cartel decía: "Siempre serás mi ... amiga, Johana".


miércoles, 1 de mayo de 2013

La hija pródiga

Desde siempre deseé irme de la casa, o mejor dicho independizarme. Cuando era pequeña ahorraba mis propinas para cuando llegue el día de irme. Ya de grande, empecé a guardar una parte de mi sueldo para mudarme ni bien tenga una cantidad considerable.

Después de 23 años por fin pude decir ¡me voy! y así fue, me mude al distrito que siempre quise. Al comienzo todo bien, estuve muy emocionada y empecé a comprar mis cositas. Pero poco a poco empecé a sentir una tristeza inmensa, extrañaba mucho a mi familia, no tienen idea la falta que me hacían. Cada vez que me llamaban, me hacía la fuerte para que no notaran mi voz quebrantosa y les decía que estaba bien, muy bien. Una vez que colgaba recién podía desahogarme. Sabía que ellos también me extrañaban y no podía decirles lo que sentía, tenía que darles fuerza sino terminarían por sentirse peor, quería que se sintieran bien pensando que yo era feliz.

Hasta que no pude más y le dije a papá que muy pronto regresaría y para suerte mía mis padres dijeron que podría regresar cuando yo quisiera, que esa era mi casa. Y que creen, ¡Regresé a casa! Si, ya se que soy una tonta por haberme ido y no haber valorado a mi familia, pero nunca es tarde =)! Se que no tendré a mi familia toda la vida, pero mientras los tenga acá prometo disfrutarlos al máximo.


Y como toda experiencia te trae algo bueno. Esa historia también tiene su lado positivo. Ahora estoy en casa con las personas que más amo en esta vida y ayudo más en casa de lo que hacía antes y sobre todo por mi cuenta, porque ahora ya se lo que es mantener la casa limpia y lo mucho que cuesta el no tener ayuda.

A todos les digo, valoren lo que tienen. En lugar de pensar en las cosas que no tienen, piensen lo afortunados que son al tener las cosas que Dios les dio. Sólo así se sentirán bien y podrán vivir felices.