miércoles, 1 de mayo de 2013

La hija pródiga

Desde siempre deseé irme de la casa, o mejor dicho independizarme. Cuando era pequeña ahorraba mis propinas para cuando llegue el día de irme. Ya de grande, empecé a guardar una parte de mi sueldo para mudarme ni bien tenga una cantidad considerable.

Después de 23 años por fin pude decir ¡me voy! y así fue, me mude al distrito que siempre quise. Al comienzo todo bien, estuve muy emocionada y empecé a comprar mis cositas. Pero poco a poco empecé a sentir una tristeza inmensa, extrañaba mucho a mi familia, no tienen idea la falta que me hacían. Cada vez que me llamaban, me hacía la fuerte para que no notaran mi voz quebrantosa y les decía que estaba bien, muy bien. Una vez que colgaba recién podía desahogarme. Sabía que ellos también me extrañaban y no podía decirles lo que sentía, tenía que darles fuerza sino terminarían por sentirse peor, quería que se sintieran bien pensando que yo era feliz.

Hasta que no pude más y le dije a papá que muy pronto regresaría y para suerte mía mis padres dijeron que podría regresar cuando yo quisiera, que esa era mi casa. Y que creen, ¡Regresé a casa! Si, ya se que soy una tonta por haberme ido y no haber valorado a mi familia, pero nunca es tarde =)! Se que no tendré a mi familia toda la vida, pero mientras los tenga acá prometo disfrutarlos al máximo.


Y como toda experiencia te trae algo bueno. Esa historia también tiene su lado positivo. Ahora estoy en casa con las personas que más amo en esta vida y ayudo más en casa de lo que hacía antes y sobre todo por mi cuenta, porque ahora ya se lo que es mantener la casa limpia y lo mucho que cuesta el no tener ayuda.

A todos les digo, valoren lo que tienen. En lugar de pensar en las cosas que no tienen, piensen lo afortunados que son al tener las cosas que Dios les dio. Sólo así se sentirán bien y podrán vivir felices.


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