Qué mamá no a tenido ganas de salir, escapar por tan sólo unas horas y dejar de preocuparse por todo y por todos. No piensen mal tampoco, no es que no amemos a nuestra familia ni los queramos abandonar.
Muchas veces con el día a día, la rutina se convierte en nuestra peor enemiga, y lo que más deseamos es sólo unos instantes para nosotras solas, para no pensar en nada, para no hacer nada y despejar nuestra mente de tanta preocupación; sobre todo, cuando sentimos que la cabeza nos va a explotar por toda la carga que tenemos y acumulamos.
Gracias a Dios, se me presentó la oportunidad de viajar a un lugar que deseaba conocer hace mucho, pero no podía ir con mi familia por temas económicos (estaba muy caro); y como Dios es grande, mi esposo comprendió y se ofreció a cuidar a los bebes por los días que estaría fuera. ¿Se imaginan? No saben la felicidad que sentí al saber que viajaría (luego de un año), que por fin tendría unos días libres en Punta Sal y nada menos que en un hotel todo incluido!!!
Toda ilusionada, empecé a hacer mis maletas y abrir todos los cajones, por que no tenía ni idea de dónde estaba mi ropa de verano. Las de mis hijos las tengo clasificadas por tipo de prenda y por estación, las mías no estaba segura si seguían existiendo. Para mi buena suerte, las había dejado en casa de mis padres.
Llegó el día del viaje y no se si es porque no viajo hace tiempo o si renovaron los aviones o si es que estoy más vieja, pero me sentí recontra incómoda en el avión, sentía que mis piernas no entraban, sentía el asiento demasiado recto y duro, por más que intentaba echarme no pude dormir ni siquiera un ratito, me la pasé casi las 2 horas dando vueltas y probando las mil posiciones; sin éxito alguno. Y para mi mala suerte, había metido TODO a bodega con la idea de dormir todo el camino, mala decisión. Resulta que ahora Latam ya no entrega snacks sino que ahora vende y mi billetera la había guardado en la maleta y no tenia nada de nada, ni un sol, aunque con eso tampoco me hubiese alcanzado para comprar algo.
Así llegué a Tumbes, con hambre, sueño y molestia por lo malo que había resultado mi viaje. Sólo quería escuchar las vocecitas de mis hijos y que me contagien su alegría. No sabía si llamarlos o no, así que opté por enviar un mensaje a mi esposo y peor, no recibí respuesta. ¿Se estarán divirtiendo? ¿No les hago falta? ¿Tan rápido se olvidaron de mi? y otras preguntas más vinieron a mi cabeza. Me sentía fatal, tenía pocos minutos de haber aterrizado y ya me estaba arrepintiendo de haber viajado. Me preguntaba si era una lección que Diosito me había dado por haberlos dejado y pedido tanto estar a solas.
Lamento decepcionarlos, pero mi viaje no resultó ser lo que esperaban ni lo que yo pensaba, me sentía incompleta y era porque me faltaba mi familia y aunque reniegue y muchas veces me saquen de mis casillas, los amo y soy feliz con ellos. Luego de reflexionar, recién pude disfrutar mi viaje jeje.
Para los próximos viajes me los llevo como sea, así los tenga que meter en la maleta.
Para las mamis que estén planeando un viajecito solas o estén deseando uno, sepan lo que podrían sentir luego, no digo que les pase lo mismo, pero podrían sentir algo similar; ya que, no estamos acostumbradas a estar mucho tiempo sin nuestros pequeños corazones.
Así que mamis, si se sienten cansadas, exhaustas, estresadas y que ya no pueden más. Siéntense, respiren hondo, cierren sus ojos e imagínense una vida sin sus hijos, ¿no podrían cierto? entonces abrázenlos y prométanle un paseito en familia donde todos puedan salir de la rutina, relajarse y disfrutarlo :)
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